Sexting, cuarentena y calentura digital

Con una parte de la población mundial en aislamiento, muchas de las actividades y costumbres que eran cotidianas tuvieron que ser adaptadas a un estilo de vida nuevo. Las videollamadas y las plataformas online ocuparon un lugar clave en esta transición, posibilitando, por ejemplo, el home office y las clases virtuales.
Pero la cuarentena no solo afectó las cuestiones laborales y educativas sino que las actividades recreativas, reuniones y vínculos sociales también quedaron suspendidos. En su lugar surgieron festejos de cumpleaños virtuales, clases de gimnasia y talleres dictados a través de Instagram e incluso presentaciones artísticas transmitidas por redes sociales.
Pero, en este universo completamente digital en el que todo contacto corporal queda restringido, ¿qué lugar ocupa la sexualidad?
En el caso de las personas que no estén haciendo la cuarentena con una pareja, ¿qué se hace con el deseo sexual, imposible de satisfacer por ahora de manera tradicional?
Si bien ahora se da gracias a una situación forzada, y su uso era una opción entre otras, el modo virtual de relacionarse ya existía antes del Covid-19, y el terreno de la sexualidad no estuvo exento de esa modernización: el sexting, el posteo de fotos en redes sociales y, remontándonos más atras, las líneas de sexo telefónico de los ‘90, son evidencias de la intersección entre la sexualidad y las nuevas tecnologías.
Para VK, que dice sextear casi todos los días, el intercambio de mensajes y fotos eróticas es un herramienta fundamental para pasar el aislamiento social.
Por el otro lado, JS cuenta que no sexteó en toda la cuarentena: para ella es solo una opción cuando el encuentro físico es posible en los días siguientes.
Si no, el encuentro virtual, por más placentero que pueda ser en el momento, termina generándole ansiedad, por las ganas de ver a la otra persona cara a cara.

Nudes: ¿empoderamiento o mercantilización?
VK notó que, con la imposición de la cuarentena, mucha gente que no practicaba el sexting comenzó a hacerlo. Del mismo modo, otras formas digitales de ejercer la sexualidad también se acentuaron notablemente, así como su exhibición y aceptación en redes sociales, ya sea por medio de memes, un aumento de posteos con fotos eróticas o páginas de Instagram en las que (anónimamente o no) se comparten de manera pública chats y nudes que envían diferentes usuarios.
Ya desde antes de esta falta de contacto físico muchxs psicólogxs tildaban de exhibicionista y voyeurista a nuestra sociedad. Pero estas etiquetas pueden pecar de simplistas al no tener en cuenta que las nuevas generaciones están especialmente comprometidas con la deconstrucción de los preconceptos y mandatos patriarcales y heteronormativos, en los cuales la sexualidad (en especial la femenina, y aquella que difiere de la heterosexual) es vista como algo oscuro y vergonzoso.
el sexting existe desde hace mucho, y muchxs lo comienzan a adoptar como un fin en sí mismo, como un reemplazo voluntario del encuentro real
Claro está que el afán de alcanzar la sexualidad plena y sin tabúes puede tener efectos adversos, y funcionales a una sociedad con una lógica de mercado que configura hasta los aspectos más íntimos de la vida. El ejemplo más concreto es el de las nudes: hay una línea fina entre el autorretrato erótico para la aceptación de nuestro cuerpo y la difusión compulsiva del cuerpo con el objetivo de que este sea aceptado, “comprado” por los demás. En ese caso el sujeto se reduce a objeto, se mercantiliza, y muchas veces se lo vende con efectos, filtros, poses y ángulos que reafirman los estereotipos hegemónicos de belleza, aunque sea bajo el título contradictorio de “amor propio”.
El vínculo del sexting
A diferencia de las nudes en posteos de redes sociales, el sexting se realiza en conjunto con una o más personas específicas: es unx quien decide enviar determinados mensajes y fotos a personas concretas. Así se desarrolla una suerte de experimentación del placer desde la casa, en solitario. Si bien en tiempos de cuarentena puede ser útil para saciar el deseo o para mantener la pasión en un vínculo, el sexting existe desde hace mucho, y muchxs lo comienzan a adoptar como un fin en sí mismo, como un reemplazo voluntario del encuentro real.
Esto le ocurrió en repetidas ocasiones a JS, que sintió que la otra persona no pretendía tener un encuentro real con ella sino que quería “sacarse la calentura del momento”, para después, incluso, ni siquiera volver a hablarle.
La satisfacción está en ser visto: el cuerpo se convierte en un juguete sexual, y el placer del otrx no es más que un medio para estimular la autoestima.
Pero es claro que la conexión que podría darse a partir del encuentro entre dos cuerpos físicos no es la misma que la que tiene lugar a través de una pantalla. En esta última hay una especie de diálogo alternado, con turnos para enviar el mensaje, la foto o el video y para luego ubicarse en posición de receptor del cuerpo del otrx (cabe remarcar que no se trata de recibir el cuerpo del otrx sino su imagen, su representación).
La idea de ser visto,y en cierta manera “aprobado” por el otrx, juega un rol fundamental, y se hace más visible en aquellas personas a las que no les importa tanto con quién están sexteando, si lx conocen o si van a hacerlo en un futuro. Para ellxs lo fundamental es que haya un otrx detrás de la pantalla que vea sus fotos y obtenga placer a partir de ellas. La satisfacción está en ser visto: el cuerpo se convierte en un juguete sexual, y el placer del otrx no es más que un medio para estimular la autoestima.
Lo cierto es que el sexting es una práctica propia de las relaciones sexo-afectivas actuales y, como tal, no se salva de las virtudes y defectos que estas suelen tener.
Para muchxs, sextear no es sinónimo de entablar un vínculo ni mucho menos de llevar lo fantaseado a lo concreto.
Para JS, por ejemplo, puede ser un problema sextear sin tener la seguridad de un encuentro físico futuro. Sin embargo, para otrxs, como VK, el problema no es si puede haber o no un encuentro real próximo sino la falta de comunicación: lo fundamental es dejar en claro qué se quiere y qué no, y cuál es el objetivo del sexting.
El miedo a enamorarse, el rechazo al compromiso y la visión del otrx como instrumento para el propio placer desembocan muchas veces en situaciones de ghosting, sumamente común en los vínculos contemporáneos.
Sin embargo, en paralelo, este tipo de actitudes tóxicas y destructivas intentan ser combatidas por la concientización acerca de la importanica de la responsabilidad sexo-afectiva
Aunque parezca contradictorio, en las nuevas generaciones nos es más facil cosificar y descartar al otrx gracias a las formas de comunicación digitales pero, en simultáneo, somos férreos defensorxs del cuidado y respeto hacia el otrx.