Estados Unidos: el arte de hacer campaña en plena pandemia

Trump y Biden juegan un complicado ajedrez político a seis meses de las elecciones presidenciales. Análisis completo de como se preparan ambos contendientes para la batalla del 3 de Noviembre.
La utilización de la palabra “batalla” es la mas apropiada para describir este proceso electoral con una situación de sociedad polarizada, solo comparable con el 2016, pero, en esta ocasión, con un ingrediente especial, un virus que está diezmando al mundo entero.
Los dos partidos que conforman la división política histórica en Estados Unidos se las ingenian para sortear la incertidumbre y los obstáculos que plantea el contexto de la pandemia e, incluso, intentar utilizarlo a su favor para asegurar una victoria que los aloje en la Casa Blanca los próximos 4 años.
El primer detalle que diferencia a ambos candidatos es su grado de consolidación interna en su propio núcleo. Donald Trump, al ser presidente, es un trámite por el que no tuvo que pasar, mientras que Joe Biden recién ha ganado la interna del Partido Demócrata y todavía hace esfuerzos denodados por poner a todos los heridos atrás suyo.

La primaria republicana fue corta, con rivales de poco fuste y acabó con el presidente dejando escapar solo un delegado de los 2.550 en juego. En cambio, la primaria demócrata tuvo muchos contendientes, mucha discusión política y una lucha que se extendió entre Biden, que representaba el ala moderada, y Bernie Sanders, que representaba al ala progresista.
Si bien Trump podía polarizar ideológicamente contra Bernie, enfrentarse a Biden es “cosa conocida” para el presidente. Le permite discurrir la campaña de la misma manera que en 2016. De hecho, Joe Biden es como Hillary Clinton pero varón, mas viejo, con menos impronta y menos picardía a la hora de debatir. La representación sigue siendo la de ese establishment de familias enquistadas en el poder que el pueblo norteamericano rechazó en la última ocasión, eligiendo a un exponente de la mas payasesca anti-política.
Una vez terminada esa contienda, a Biden le esperaba la durísima tarea de conseguir el apoyo del sector progresista derrotado. Joe entendió que era necesario un esfuerzo para lograr esto, algo que no ha dejado de remarcar en sus declaraciones “se que no será fácil ganar su apoyo”. La vía elegida es darle a Bernie Sanders un protagonismo que Hillary Clinton no le dio en 2016. Hillary pensó que, al estar Trump en frente, los progresistas de Bernie iban a correr a militarla y a votarla por el simple miedo al “monstruo ultraderechista”. Eso no fue así, los resultados de esa subestimación fueron desastrosos. El establishment demócrata parece haber aprendido de aquel error y le abre las puertas a su máximo referente socialista para que él convenza a sus seguidores de acompañar al candidato “azul”.

Por otra parte, el juego de agresiones mutuas deja mejor parado a Donald. Biden se refiere a él como “el peor presidente de la historia”, mientras que Trump se limita a un irónico “sleepy Joe” (Joe durmiente).
La llegada del coronavirus alteró todos los planes políticos y, en cuanto a la presencia, factor necesario para un contexto de campaña, favoreció a Donald Trump, quien recoge el guante de dar respuestas desde la administración del estado y eso le permite tener apariciones públicas regulares con mucho público. Mientras, la conducción demócrata mantiene a Biden recluido para su propia seguridad porque es parte del grupo de riesgo (tiene 78 años) y esto complica su accionar proselitista. Hay que tener en cuenta que Estados Unidos, en gran parte de su territorio, no está en cuarentena. En medio de un clima de “vida cotidiana”, la ausencia en las calles de uno de los dos candidatos es una enorme ventaja que los “azules” le están regalando al presidente. Joe intenta captar presencia por vía digital pero sin demasiado éxito.
Esto, además, se relaciona con un fenómeno político a nivel mundial que es que la pandemia aísla a los políticos que están fuera del poder. En general, todos los dirigentes sin niveles de responsabilidad de gobierno quedan chiquitos y abandonados por la consideración pública que, mas allá de las ideologías, quiere escuchar a las autoridades.
Pese a la controvertida posición que asumió Donald Trump, negándose a instalar cuarentena nacional y atacando a los gobernadores demócratas que si tomaron esa decisión, su imagen crecía al ritmo de los contagios. Este proceso se detuvo la semana pasada con el incidente en el que el presidente hizo referencia en conferencia de prensa y, quizás en modo de chiste, a la posibilidad de que se pueda encontrar la cura al Covid-19 a través de detergentes y desinfectantes, lo que provocó cientas de muertes por gente que ingirió este tipo de sustancias.

Estados Unidos es el país con mas muertos en el mundo por Covid-19, llegando casi a los 70 mil, y las respuestas parecieran diferir de acuerdo a la grieta partidaria. Los demócratas piden cuarentenas, los republicanos las rechazan.
En este contexto de comunicaciones virtuales, Joe tiene el apoyo de todos sus rivales de las primarias, incluido el mas valioso, el de Bernie Sanders. Tiene también el respaldo de Hillary Clinton y el que mas buscaba, el apoyo explícito del ex presidente Barack Obama, a quien acompañó como vicepresidente durante sus 8 años.

Otra situación que se presentó en esta pre-campaña es una denuncia de abuso sexual contra Joe Biden, por parte de su ex asistente, Tara Reade, quien señaló al hecho como ocurrido en el año 1993. Esta denuncia, que Joe negó categóricamente, aparece justo en el momento en el que el candidato intentaba poner al progresismo de su lado. Esta conveniencia temporal es la que Biden utiliza para sostener que se trata de una operación política de Trump. También es motivo de polémica la negativa de las referentes del movimiento #MeToo a replicar la denuncia de Tara Reade, por entender que se trata de una operación política, e implicó ataques de los republicanos al movimiento feminista, al que están catalogando de “hipócrita”.
Por el momento, pese a todas estas circunstancias, las encuestas están anticipando una victoria de Biden en la elección general, con triunfos en estados clave que Trump se llevó en 2016, como Florida, Penssylvania, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin y Arizona. Sin embargo, en la sede del Partido Demócrata todavía recuerdan con amargura a las encuestas que pronosticaban un cómodo triunfo para Hillary Clinton en 2016.
El coronavirus aporta otras preocupaciones adicionales. La mas importante tiene que ver con la afluencia de votantes: si el miedo hace que muchos mayores de 65 años decidan no ir a votar, Trump habrá quedado sin una parte importante de su base electoral, ya que, en esa franja etaria, gana cómodamente.
Con el tablero puesto y un contexto inédito para una campaña electoral, a Estados Unidos le esperan 6 meses muy interesantes hasta la gran batalla del 3 de Noviembre.