Primer aniversario de la “jugada maestra”

“Hoy, sábado 18, comienza la semana de Mayo”, así comenzaba el golpe de knock out con el que Cristina Fernández de Kirchner tumbó las expectativas de reelección de Mauricio Macri.

Titulo esta crónica con “primer aniversario” porque, seguramente, no será el último. Dicen que los grandes líderes de la historia mundial deben, para trascender, combinar dos virtudes: mística y estrategia. Hoy, hace exactamente un año, la mujer con más mística de nuestro país, esa que sonríe en remeras y tatuajes, esa cuyo nombre se corea en cánticos, como de cancha, realizó la jugada estratégica más espectacular de la década que finalizaba.

Y lo hizo, nada más y nada menos, que con un video en las redes sociales.

“El próximo 25, en nuestra fecha patria, se cumplen 16 años del día en que Néstor asumió como presidente de un país devastado” seguía el video que Cristina subió a sus plataformas, mientras las imágenes mostraban las diversas escenografías geográficas de nuestro país. La invocación a su fallecido esposo no era casual, la ex presidenta anticipaba cuál sería el alma que invocarían para construir la mística de la nueva unidad.

Por ese entonces, la tranquilidad de Mauricio Macri para encabezar de manera relativamente segura un camino hacia la reelección se basaba en dos motivos, aparentemente, incontrastables:

El primero era que mantenía a su archirrival, Cristina, en una encerrona de la que no había una salida clara. Macri quería competir contra la ex presidenta ya que, según los estudios de imagen, ella tenía la potencia propia para ganarle la elección general pero su alto nivel de rechazo le haría imposible evitar un ballotage o, en última instancia, ganarlo.

Ese deseo de tener a Cristina en frente tenía su salvoconducto. Si ella decidía apartarse de la carrera presidencial, no podría trasladar el peso de su liderazgo a otro y pasaría lo que sucedió en Brasil: el candidato elegido por Lula para sucederlo en la postulación tras su encarcelamiento no llegó a abarcar ni dos tercios de la intención de voto del líder original. Esto tiene una explicación que, en ocasiones, se escapa al entendimiento de la gente que se mueve bajo las líneas políticas o ideológicas: mucha gente vota figuras, más que ideologías. La candidatura de Fernando Haddad en Brasil representaba exactamente lo mismo que Lula, pero no era Lula, era un desconocido.

Para Cristina, las dos opciones que tenía eran escenarios de derrota: jugar y que el techo del rechazo le impida ganar, o no jugar y dejar la candidatura sin fuerza ni liderazgo claro. Mauricio Macri, con este plan, se agrandaba y resistía las movidas internas que lo querían correr del lugar principal para instalar el “plan V” (María Eugenia Vidal a la presidencia).

El segundo motivo era que se sostenía un factor que había sido clave en 2015 para darle la victoria: una tercera pata de corte peronista que divida los votos.

El espacio de Alternativa Federal estaba compuesto por Sergio Massa, Miguel Ángel Pichetto, Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y Roberto Lavagna. De los cinco, cuatro eran peronistas. Además, este grupo contaba con el tímido apoyo de algunos gobernadores justicialistas del interior del país. Esa “tercera vía” le rasparía a la candidatura opositora el armado territorial federal y los votos que necesitaban para competir seriamente contra el oficialismo.

Este espacio contaba con un solo problema, que era el de las mezquindades internas: tres de ellos querían ser presidentes y la opción de competir en las primarias era negado por uno de ellos, Roberto Lavagna, que quería ser ungido por unanimidad, y establecía esa condición para continuar en la alianza.

Uno de sus armadores, Juan Schiaretti, ganaba por amplia ventaja las elecciones provinciales en Córdoba el 12 de Mayo y usaba el impulso del triunfo para consolidar esa tercera fuerza nacional durante los días siguientes. Si bien Cristina había bajado la lista pura kirchnerista, dejando que Schiaretti compita (y derrote) al macrismo, y permitiéndole eso que su gente festeje por televisión nacional una “victoria peronista” en suelo antiperonista, había otra cara de la moneda. Para Macri la noticia no era tan mala, si esa victoria agrandaba a Schiaretti para blindar Alternativa Federal, el plan seguía en pie.

“Quiero dirigirme a mis compatriotas para compartir reflexiones y también, claro, decisiones”. Las decisiones se venían esperando hacía varias semanas. Cristina sacó sorpresivamente un libro, “Sinceramente” y lo presentó en la Feria del Libro en La Rural el 9 de Mayo. Allí se esperaba que diera alguna definición de tipo electoral pero los periodistas zocaleros se quedaron con las ganas. No dio definiciones pero si dio una importantísima señal que, en su momento, nadie captó. Cristina sentó a Alberto Fernández en primera fila, entre Estela de Carlotto y “Tati” Almeida, y lo señaló como quien le dio la idea de escribir el libro.

“Ese principio siempre remanido y repetido (y tantas veces incumplido) del peronismo, de: primero la patria, después el movimiento y por último los hombres. Bueno, creo que es hora de hacerlo realidad de una vez por todas” seguía recitando su voz, mientras las imágenes se paseaban por los distintos momentos de su vida y de su carrera política: como diputada, como senadora, como presidenta con Néstor, como presidenta sin Néstor y como senadora opositora finalmente.

“… y no solo con palabras, sino también, con hechos y conductas. En este caso sería: primero la patria, después el movimiento y, por último, una mujer… permítanme, solo por un instante, un poco de humor feminista”.  

El 14 de Mayo, Cristina asiste a la sede del PJ y se pone “a disposición” del partido para lo que este necesite. El vocero mediático de esa visita sería Alberto Fernández, quien brindó una breve conferencia y al que, luego, los noteros corrieron para seguir haciéndole preguntas.    

De esa reunión sale una poderosa foto con la mayoría de los gobernadores detrás. Una foto que empezaba a amenazar el carácter “federal” de Alternativa Federal. Cristina le empezaba a ganar el tironeo de gobernadores e intendentes peronistas a la “tercera fuerza”. La polarización empezaba a jugar su papel y, para todos, era un poco más atractiva la idea de “jugar en primera”.

El frente opositor, aún sin nombre, ya era amplio. Había gobernadores, intendentes, dirigentes políticos del peronismo que habían estado alejados del kirchnerismo, como los Rodríguez Saa, Felipe Solá, el propio Alberto Fernández, la familia Moyano y el Movimiento Evita, entre otros; y también fuerzas políticas progresistas que se incorporaban novedosamente, como el Proyecto Sur de Pino Solanas y el nuevo Somos de Victoria Donda.

Pero aún faltaba la bomba.

“Le he pedido a Alberto Fernández, que encabece la fórmula que integraremos juntos: el como candidato a presidente y yo como candidata a vice”. Detonación completada.

El efecto de las palabras de Cristina escandalizaron y paralizaron a todo el país: al gobierno, a los medios, a los que iban por la “tercera vía” e, incluso, a sus propios simpatizantes.

Decía antes que las dos opciones de Cristina eran: ir ella y que el techo del rechazo la haga perder el ballotage o no ir y dejar el espacio sin fuerza ni liderazgo claro. La ex presidenta encontró la vía correcta con una simpleza quirúrgica: poniendo su foto en la boleta electoral como vice, conservaba la fuerza de su liderazgo que el espacio necesitaba; corriéndose al segundo peldaño, empujaba hacia arriba ese maldito techo del rechazo, permitiendo que un otro, más conciliador, consiga los votos que faltaban. La jugada era perfecta, ajedrecística. 

A las dos horas del anuncio, casi todos los gobernadores (aún los que estaban en Alternativa Federal) ya habían expresado su apoyo a la fórmula y los precandidatos lanzados bajaron sus pretensiones y acompañaron a Alberto. Las rencillas internas se habían superado con una facilidad pasmosa.

En medio de un escenario general de incertidumbre y dudas, el frente opositor ya se mostraba como un monstruo de poder, listo para devorar a la confundida presa macrista.

“Alberto, a quien conozco hace mas de 20 años y, es cierto, con quien tuvimos, también, diferencias. Tan cierto como que fue Jefe de Gabinete de Néstor durante toda su presidencia y lo vi, junto a él, decidir, organizar, acordar, y buscar siempre la mayor amplitud posible del gobierno”.

Alberto Fernández había cumplido durante todos sus años de carrera política un rol no protagónico de armador. Había armado el espacio con el que Néstor llega a la presidencia en 2003 para, inmediatamente, convertirse en su Jefe de Gabinete. Sus roces serán con Cristina en 2008 en el contexto del conflicto con las patronales rurales por la 125 y, mientras parecía que el gobierno caía, Alberto renunciaba y se alejaba enojado a un lugar en la oposición, lugar del que no se movió hasta la derrota kirchnerista del 2015.

En 2013, Fernández se convierte en el armador del espacio de Sergio Massa, apenas este abandona el barco de Cristina, y lo lleva a una victoria en las elecciones legislativas por la provincia de Buenos Aires, que presagiaba un buen posicionamiento de cara a las presidenciales de 2015.
Sin embargo, las virtudes estratégicas de Fernández para armar se van a topar con toda la arremetida del entramado mediático que instala a Mauricio Macri como la única alternativa viable.

Massa (y, por lo tanto, Alberto) cae al testimonial tercer lugar, del que serán espectadores de un ballotage ajeno.

Tras la victoria de Macri, Fernández abandona al hombre de Tigre y en 2017, en el contexto de los comicios legislativos, se suma al equipo de campaña del PJ oficial, que llevaba en Provincia de Buenos Aires la candidatura de Florencio Randazzo.

El resultado es decepcionante, un 5% con el sello oficial del Partido Justicialista, pero, si bien Cristina se lleva toda esa base sacando 37%, esos 5 puntos del pejotismo le van a doler porque quedaría 4 puntos abajo del candidato macrista, Esteban Bullrich, que se lleva la victoria con el 41%.

En el contexto de esta campaña, la ex presidenta deja en claro muchas veces que su objetivo de cara al 2019 era la unidad, incluso aunque eso significara su propia exclusión de los espacios protagónicos. Dos meses después de esta derrota, en diciembre de 2017, Cristina y Alberto se reencuentran, se reconciliar y comienzan a trabajar juntos nuevamente. Cada uno en el lugar que sabía: Cristina como líder, Alberto como armador.

Mientras Alberto le armaba el espacio a Cristina, paralelamente, Cristina le estaba armando el espacio a Alberto.

Por eso, la elección de Alberto tenía también un fuerte componente subliminal que evocaba a la figura de Néstor. “Si pudieron volver a levantar el país juntos en 2003, podrán hacerlo de nuevo ahora”. Era también un fuerte mensaje a los detractores de Cristina que reivindicaban a Néstor.

La reacción de los medios y dirigentes del macrismo peca de improvisada. Buscan inmediatamente como abordar un contexto que no tenían previsto y caen en una trampa: empiezan a cuestionar la “contradicción de Alberto”, reproduciendo sus críticas a Cristina previas a 2017, y contrastándolas con el hecho de ser candidato junto a ella. Lo que no sabían, era que eso era precisamente lo que el frente opositor quería instalar, que no era un frente “kirchnerista” sino que era amplio y diverso. Sin querer, los macristas le facilitaron esa tarea.

Esta jugada destroza completamente el espacio de Alternativa Federal, que se quedan sin gobernadores, sin dirigentes, sin peronismo y, a los pocos días, sin Massa.

Cuando estaba claro que Alternativa Federal ya no era una “tercera fuerza” de peso, Macri le dio el golpe de gracia sacándoles a Pichetto y poniéndolo como candidato a vicepresidente de la fórmula oficialista. ¿Cuál era la idea? Incorporar algo de mística peronista para socavar aquella infranqueable unidad que tenía en frente.

Spoiler: no lo logró. No hubo éxodo de peronismo ortodoxo y sólo logró aumentar las rencillas internas con sectores antiperonistas de la alianza.

Alberto, Cristina, Massa, 15 gobernadores, 16 intendentes del conurbano, todo el peronismo, partidos progresistas, una imagen nueva para encabezar y, de fondo, una realidad que pedía a gritos un cambio. Esta vez si, un cambio.

Los restantes 10 minutos del video enumeran los problemas y describen la situación dramática en la que se encontraba nuestro país. Algo que todos, aún los que la odiaban, reconocían como cierto.

El gobierno debía navegar en aguas complicadas: hacer frente a una realidad económica terrible, con una oposición fuerte y unida, con un candidato del que se podían decir pocas cosas negativas, y con su enemiga pública, esa que ellos se habían preparado para enfrentar, bajándose de la tarima y riéndose de ellos desde las sombras.

La jugada maestra estaba concretada y, pocos minutos antes del cierre de alianzas, el monstruo creado por Cristina ya tenía nombre: “Frente de Todos”.

Matias Mowszet

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