Cultura

Diego Lorenzini: “Dedicarme a la música fue más un feliz accidente que otra cosa”

Por Malena Alvarez

Oriundo de Talca, Chile, este artista sigue creando en plena pandemia de todas las formas que le es posible, aunque ahora desde Europa. Los nuevos temas de Lorenzini incluyen sus rasgos expresivos más característicos: su humor, su ironía, y su gusto por contar lo cotidiano.

¿Cómo y cuándo te diste cuenta de que querías dedicarte a la música?

“Creo que nunca hubo un momento exacto en el que me diera cuenta que quería dedicarme a la música. Simplemente se fue dando y ha sido más bien un feliz accidente que otra cosa. Desde chico siempre quise ser un autor de historietas y por eso estudié artes visuales en la universidad. Pero cuando me di cuenta que me faltaba muchísimo por aprender sobre dibujo, y dejé las caricaturas de lado para concentrarme exclusivamente en mejorar mi técnica, las historias que solía contar a través de las historietas empezaron a aparecer en las canciones que hacía en mi tiempo libre. De hecho, la música como un arte en sí mismo se me ha ido revelando muy de a poco, ya que como autodidacta al comienzo solo me bastaba con saber dos o tres acordes para poder narrar algo. No creo que sea algo que haya superado, ya que aún sigo haciendo de vez en cuando canciones con incluso menos acordes que esos, pero hace no mucho tiempo he podido progresivamente dejar de trabajar en otras cosas para dedicarme exclusivamente a la música gracias al apoyo de quienes se han interesado en mi trabajo, por lo que estoy tratando de aprovechar este feliz accidente para aprender todo lo que me sea posible, cosa de honrar un oficio que entre más lo conozco, más me seduce”.

Estuviste en muchos tipos de proyectos musicales, ¿cuál de todas esas experiencias diferentes es tu preferida y por qué?

“Me resulta dificil hacer un ranking de los proyectos en los que he estado porque han sido experiencias muy distintas entre sí, y si he sido parte de cada una de ellas es porque han saciado inquietudes técnicas, lúdicas y emocionales que he ido encontrando gradualmente en la música, pero que no son necesariamente comparables o contradictorias entre sí. Es más, por ejemplo, hubo un periodo en que tocaba simultáneamente con la banda de música no-experimental VariosArtistas y con el grupo Tus Amigos Nuevos. En esa época me solía pasar que entre más tocaba con Tus Amigos Nuevos que es más punk, más ganas me daban de tocar con Los Varios Artistas que es más folk y, del mismo modo, entre más tocaba con Los VariosArtistas, más ganas me daban de tocar con Tus Amigos Nuevos. Más allá de lo gracioso de esta indecisión, creo que este movimiento pendular del gusto representa el hecho de que uno no siempre quiere tocar el mismo tipo de música, de la misma forma en que uno no siempre quiere escuchar las mismas canciones en toda ocasión. Independiente de que haya canciones bailables que uno ame con todo su corazón, hay momentos del día en los que uno prefiere escuchar cosas más reflexivas. Una cosa no quita la otra, al contrario, creo que la curiosidad musical es algo muy natural para todos de la cual estoy muy agradecido, ya que me ha permitido conocer de manera íntima a gente maravillosa muy diferente entre sí. Y si hay algo que es mi cosa preferida de mis experiencias musicales es eso: compartir, jugar y hacer amigos”.

Foto: Ramón Vasquez Lemus

¿Cómo llegaste al sonido tan característico que es hoy parte de tu identidad musical?

“Yo no tengo una formación tradicional ni como músico ni como productor. Por lo mismo, he ido experimentando sobre la marcha de manera muy errática, pero siempre con la sensación de ir aprendiendo canción a canción a concebir mezclas más ordenadas. En este camino he colaborado con muchas personas muy sabias técnicamente de quienes he aprendido mucho de frecuencias, timbres, fases, equipamiento, etc. Pero si bien este orden que empecé a encontrar en mis mezclas se empezó a reflejar en canciones que sonaban más ‘sólidas’ y ‘correctas’, no hace mucho he llegado al nivel técnico mínimo que me permite hacer sonar las cosas tan ‘líquidas’ e ‘incorrectas’ como siempre me han gustado que suenen. Esto no es nada nuevo considerando que el término lo-fi ha estado rondando por este condado desde hace un buen tiempo, pero más allá de la moda siempre me sentí muy identificado con la calidez de sonido que tenían los demos que hacía cuando era totalmente ignorante en términos técnicos. Y si bien me di una vuelta muy larga para volver a lograr lo mismo, la única diferencia es que ahora tengo la seguridad de no estar dañando el oído de nadie al forzar una frecuencia creativamente, o de evitar que no se entienda la letra por jugar con el plano desde donde suena la voz en relación a los instrumentos. No es por llevar la contra, pero a mí me ocurre que cuando escucho una canción que suena demasiado brillante o limpia la siento más lejana y fría. Del mismo modo, cuando toco en vivo normalmente lo hago solo con mi voz y una guitarra acústica, por lo que la íntimidad de una grabación más torpe me permite mantener una cercanía similar sin perder la oportunidad de, como dice mi amigo Fabrizio Rossi del grupo urugayo Mux, juguetear en la ‘dramaturgia de los parlantes’”.

Foto: Jacqueline Riveros

En otras enrevistas hablás mucho de que la torpeza, la vulnerabilidad y los errores se tienen que mostrar en el arte, ¿a qué se debe esa búsqueda?

“Al estudiar artes visuales, en algún momento me interesé en investigar sobre las falsificaciones de pinturas como problema estético. Más allá de su categoría como fraude, o de los pormenores policiales de la falsificación como delito, me intrigaba mucho entender la vocación de los grandes falsificadores que se suprimen a sí mismos creativamente para adivinar y someterse a lo que plásticamente haría el pintor famoso que imitan. Claramente lo hacen por dinero, pero si no me equivoco, hay formas más simples de estafar o de hacerse millonario, por lo que claramente hay un gusto muy complejo puesto en juego en quienes mienten creativamente de esa manera. Y los detectives o expertos encargados de desenmascarar a estos falsificadores siempre buscan en los detalles de menor importancia aquellas desconcentraciones que develen la verdadera identidad del autor. Un buen falsificador de Van Gogh o Tamara de Lempicka nunca fallará en la imitación de los movimientos del pincel que definen el rostro del protagonista del cuadro, pero sí podría fallar en un detalle del plano de fondo, o la pata menos visible de la mesa en donde, al ponerle menos atención, se expresa el verdadero yo del falsificador. Esto no hace más que confirmar que el error, la torpeza y la vulnerabilidad son maneras muy efectivas de lograr honestidad, incluso en quienes han hecho del no ser honestos su profesión. Con esto no quiero decir que el arte se deba hacer obligatoriamente desconcentrado o deliberadamente torpe, pero sí creo que en aquellas fisuras en donde se expresa aquello que no podemos controlar y nos avergüenza, siempre habrá un pedacito de verdad. Sobre todo, cuando consideramos que siempre empezamos a aprender lo que sabemos hacer imitando a otros”.

¿Cómo creés que estarías hoy sin la música?

“Definitivamente más triste y solo, pero al menos tendría seguro de salud”.

Sos un artista multifacético, ¿cómo vivís con esa combinación de posibilidades para expresarte?

“Trato de no abrumarme, sé que no soy el único que hace más de una cosa a la vez. De hecho, hoy por hoy casi todo el mundo hace por gusto o por obligación más de una cosa a la vez, por lo que trato de mantener mis expectativas bajas para disfrutar de aquello que estoy haciendo y no de lo que podría hacer. Del mismo modo, creo que me ha servido concentrarme en lo que sí puedo terminar para no cargarme la mochila de proyectos que, por muy estimulantes que sean, al no poder terminarlos acaban pesando sobre mi espalda más de lo que puedo sostener. En términos hidrológicos se podría resumir como ‘agua que no has de beber, déjala correr’”.

Foto: Vicente Brogca

En el estallido social que empezó en chile justo después de que lanzaras tu álbum, ¿cuál sentís que fue el rol que tomaste? ¿Pensás que es parte del artista pronunciarse en temas sociales y políticos?

“Es algo que he pensado mucho. Mi álbum De Algo Hay Que Morir se publicó justo un poco antes de octubre del 2019, y al ser tan bien recibido tuve un reconocimiento al que no estaba acostumbrado anteriormente, a pesar de llevar casi diez años publicando música. Esto hizo que no solamente me cuestionara el rol que debía tomar como artista frente a las movilizaciones en Chile, sino que también hacerlo desde una posición pública que en ese momento era completamente nueva para mí. No solo por ser más conocido que antes, sino porque la lógica de las redes sociales cumplieron, para bien o para mal, un papel crucial en el estallido que no solamente era inédito para mí, sino que también para todo el mundo. Aun así, uno de los principales problemas que ha ocasionado esta crisis en mi país es un sistema que privilegia la salud del mercado por sobre la salud de las personas, a través de una ideologización en torno a un consumismo desenfrenado, un individualismo codicioso y un exitismo violento. Como un laboratorio de prueba para el neoliberalismo a ultranza, hace un buen tiempo en Chile se ha ido perdiendo el sentido de comunidad, por lo que la desconfianza en los pares se volvió tan importante que invisibilizó por mucho tiempo aquellas perversiones políticas y económicas que a vista y paciencia de todos dieron la espalda a sus ciudadanos. Esto no es algo que me resulte desconocido en lo absoluto, no pienso que mi disco sea revolucionario de ningún modo, pero claramente esas canciones contenían un tono crítico que, como tantos otros discos chilenos, anticipaban el malestar profundo que decantaría en el estallido social de octubre. Pero si digo esto es porque no es fácil abandonar esa ideologización de un día para otro sin enfrentarse también a una crisis personal, o, en su defecto, caer en el falso consuelo de una competencia por el compromiso artístico ejemplar igualmente superficial y exitista. El vértigo por hacer lo correcto a una velocidad equivalente a la que tienen las redes sociales es algo a lo que me resisto, y por el momento prefiero reservarme el derecho a la suspicacia frente a un medio de comunicación tremendamente manipulador y cortoplacista. La tentación de ser contingente todo el tiempo es también un arma de doble filo, ya que se corre el riesgo de banalizar un sentimiento legítimo a través de la ansiedad de convertir todo en un bien de consumo. Yo pienso que tal como dice Anita Tijoux es muy importante sacar la voz para denunciar lo que no está siendo denunciado, pero al mismo tiempo creo en lo que decía Gabriela Mistral al poner en duda la importancia del decir lo que uno piensa cuando quizás es más importante pensar en lo que uno dice. Sobre todo en un momento en donde todo el mundo está hablando y nadie está escuchando, y en donde todo puede ser malinterpretado o sacado de contexto si está al servicio de un medio de comunicación que basa su valor exclusivamente en el impacto y la inmediatez. En mi humilde opinión, la superación de esta crisis no depende de un artista en particular o del gremio de los artistas en general, depende de todas las personas. Más allá de apurarme como artista para componer la mejor canción que visibilice un problema que ya es tremendamente visible por mérito propio, he preferido dedicarme a aprender a ser un mejor ciudadano participando en instancias colectivas que reflexionen sobre posibles soluciones a escala humana, así como también aprovechando de utilizar mi visibilidad para compartir aquellas expresiones de aquellos ciudadanos que desde octubre son cada vez más artistas”.

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